Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador –PCMLE
MARZ0 2007
(Artículo publicado en UNIDAD y LUCHA No. Marzo 2007. Plantea la necesidad y la posibilidad de organizar la revolución en América Latina, la implantación del poder popular y la construcción del socialismo: Discierne sobre el carácter internacionalista y debate contra las tesis de la revolución continental. Se refiere a las fuerzas sociales y políticas que protagonizan la lucha revolucionaria en el subcontinente).
pablo miranda
AMÉRICA LATINA Y LA REVOLUCION SOCIAL DEL PROLETARIADO
La realidad actual de América Latina es una cuestión a desentrañarse más profunda y objetivamente.
Una primera constatación es que efectivamente se trata de un subcontinente que en el que se registran algunas características comunes y también grandes y pequeñas diferencias.
América Latina está conformada por una veintena de países, en cada uno de los cuales se ha constituido un estado – nación, que encierra un diferente nivel de desarrollo económico y en los cuales se construye una cultura particular.
Ciertamente, América Latina está integrada por varios países de habla hispana, es decir conquistados y colonizados por España, a un gran país que habla el portugués, y algunos estados de lengua francesa.
En los países de lengua española sucedió, en el pasado mediato la imposición de la cultura y el idioma españoles, se impuso por más de tres siglos el colonialismo y, a principios del siglo XIX, la mayoría de ellos alcanzaron la independencia; las guerras liberadoras se desenvolvieron en toda la región de manera coordinada y en algunos casos y lugares unificadas, puesto que todavía no existían los estados y países actuales, que nacieron, precisamente como producto de la independencia del coloniaje español. Ese pasado común dejó una impronta de unidad, unos rasgos de identidad que hermanan a los pueblos y países, pero que, en ningún caso, pueden permitirnos hablar de una “patria latinoamericana”.
Los países latinoamericanos tienen –valga la metáfora- los rasgos comunes de la diversidad.
Basta con anotar que en algunos países como Ecuador, Bolivia, Perú, Guatemala y México, entre otros, los pueblos indígenas, tienen un sitial significativo, por su número y la fortaleza de sus culturas; y que, otros países, de la zona del Caribe como Cuba, República Dominicana, Haití, Panamá, Colombia cuentan con importantes conglomerados y pueblos negros. En Sudamérica, Brasil es otro país que registra en su población al pueblo negro. En todo caso, en cada país, se afincó en el pasado y se va desarrollando ahora, una cultura nacional. Sobre todo, el diferente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas marca diversidades económicas, sociales y culturales que es necesario tener en cuenta.
Lo anotado establece la necesidad de entender América Latina como un conjunto de países y no como una entidad única.
Algunas fuerzas políticas de la pequeño burguesía revolucionaria proponen la revolución latinoamericana y la conciben como batallas de carácter continental, como la organización de fuerzas políticas y militares continentales, etc. Esta es una tesis que se expone desde los años sesenta del siglo pasado. Ahora, con la globalización, aparentemente, esa teoría tendría mayor fundamento y veracidad.
Los comunistas marxista leninistas somos por naturaleza, una formación política internacionalista, luchamos por la revolución internacional del proletariado, estamos convencidos de que sólo de esa manera se podrá implantar el socialismo y el comunismo en el mundo. Sin embargo, tenemos en cuenta la realidad. El proletariado se constituye como clase en cada país, y, en el enfrenta la responsabilidad de erigirse en el organizador y conductor de la revolución social; el partido comunista participa en ese proceso y reivindica los intereses sociales y nacionales de los trabajadores y los pueblos. Tenemos en cuenta, además, que la existencia de la dominación imperialista y la necesidad, el deseo y la voluntad de liberarse de ella, amplía las fuerzas revolucionarias a otras clases y sectores sociales.
Existen factores de todo orden: económicos, sociales, culturales y políticos que expresan el desarrollo desigual de los países y por tanto, condiciones particulares que hacen imposible la “revolución continental”.
A pesar de que América Latina constituye el patio trasero del imperialismo norteamericano, las cadenas de su dominación no se tensan por igual en todos ellos. En algún país están más afirmadas que en otro. En otro país están debilitadas y pueden romperse. Esa es la experiencia histórica, esa es una de las tesis leninistas sobre el imperialismo.
Por estas razones los comunistas marxista leninistas suscribimos la tesis de la necesidad y la posibilidad de hacer la revolución en América Latina, la exigencia del apoyo mutuo y la coordinación de los revolucionarios y la lucha en los países latinoamericanos, tenemos, incluso, la disposición y en alguna medida la práctica de combatir por la revolución más allá de las fronteras nacionales, de organizar todo tipo de contribución en apoyo de la revolución en otros países. Pero entendemos que la revolución no se exporta, que se organiza, se desarrolla y conquistará la victoria bajo la responsabilidad y el esfuerzo de los trabajadores y de los pueblos de cada uno de los países.
Es evidente, por otro lado, en la situación de América Latina, cierta unidad y continuidad territorial, un pasado mediato e inmediato que registra problemas materiales y espirituales comunes, con importantes similitudes culturales, con una tradición de lucha revolucionaria conjunta en las guerras de la independencia, las lenguas latinas, el español y el portugués que permiten la comunicación fácilmente entre sus pueblos. Una historia signada por la opresión y dominación imperialista, principalmente norteamericana; una tradición de solidaridad entre los pueblos, entre otros rasgos comunes. Todas estas circunstancias establecen condiciones favorables y la necesidad de trabajar entre los revolucionarios de América Latina para estrechar los lazos de unidad y colaboración mutuas.
La dominación imperialista en
América Latina
Por razones geográficas, pero sobre todo por consideraciones del atraso y la dependencia de los países situados en América Latina, los gobiernos de los EE.UU., que fueron siempre representantes de los monopolios y del imperialismo estadounidense, consideraron a la América Latina como parte de sus “posesiones”, como su área exclusiva, como “su patio trasero”.
Los EE.UU. asumieron que fueron situados por “dios y por la historia” para la dominación del mundo, afirmándose y expandiéndose desde América Latina. Esos son los fundamentos de la doctrina del “destino manifiesto”, de la tesis, “América para los americanos”. En los hechos impusieron la dominación colonial de Puerto Rico, invadieron por repetidas ocasiones varios países de América Central y del Caribe, desmembraron a México. A partir del siglo XX, tendieron las cadenas de la dominación neocolonial en todos los países de la región, a través de eslabones de carácter económico y político que les otorgan el derecho de decidir sobre la economía y la política de los estados del Sur de Río Grande.
La gran mayoría de los países conquistados y colonizados por España en el continente americano libraron cruentas guerras independentistas a principios del Siglo XIX. La Corona Española capituló cuando las batallas de Junín y Ayacucho, libradas en el actual territorio del Perú.
Las guerras de la Independencia se desarrollaron desde México hasta la Patagonia,
en ellas participaron los criollos – hijos de españoles nacidos en América – las amplias masas de artesanos, comerciantes y campesinos; los mestizos, los indígenas y los negros. Se constituyeron ejércitos que recorrieron las montañas y los llanos de todo el subcontinente. Inglaterra, EE.UU. y Francia, principalmente, fueron las potencias militares de la época que intervinieron en diversa medida: con préstamos, venta de armas, auxilios militares, incluso algunos batallones y oficiales. Esa participación no era expresión de la solidaridad, sino de la naciente contienda entre las potencias europeas y EE.UU. por repartirse los dominios de España en América.
Más adelante en la luchas por la Independencia de Brasil concurrieron circunstancias y fuerzas parecidas. Y, luego, cuando la Independencia de Cuba, apareció de nuevo la presencia norteamericana.
Estos antecedentes históricos y el desarrollo lento y deformado de las economías de los países latinoamericanos evidencian que esos estados nacionales nunca se desarrollaron de manera plenamente independiente.
Las burguesías criollas nacieron débiles y con la excepción de las oligarquías brasilera, mexicana y argentina continúan débiles. Siempre miraron y se subordinaron al poder extranjero. Incluso la gran burguesía de México, Brasil y Argentina se han desarrollado bajo la tutela de los países imperialistas, principalmente de los EE.UU.
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, de manera rápida y multilateral los EE.UU. afirmaron su hegemonía económica y política, prácticamente, en la totalidad de los países de América Latina.
La derrota del fascismo y el debilitamiento de los países imperialistas de Europa permitieron la expansión del imperialismo estadounidense no sólo en Latinoamérica sino en todo el mundo.
A partir de entonces la historia de América Latina está signada por el desenvolvimiento de la economía y la política de los monopolios norteamericanos. Estas circunstancias perduran, con la excepción de Cuba, posterior a 1959, año del triunfo de la revolución. Esta situación no excluye la presencia de otros monopolios internacionales y otros países imperialistas en América Latina. Desde Europa, Inglaterra, Francia, Alemania, España, principalmente. Desde Asia, Japón y, en los últimos tiempos, China.
Esto quiere decir que el carácter capitalista y dependiente de las economías latinoamericanas, independientemente del grado de desarrollo de cada país, es la característica fundamental.
En una rápida mirada a los acontecimientos sociales, económicos y políticos de América Latina, a partir de los años cincuenta del siglo pasado podemos constatar que, en lo fundamental, el peso de los designios económicos de los monopolios norteamericanos se extiende como la marea, recorre los diferentes países, se aplica en todos ellos, naturalmente, en magnitudes y condiciones diferentes. En realidad, esas orientaciones <pomposamente se los denomina, modelos de desarrollo> dan el marco referencial para el desenvolvimiento de la vida económica y social.
Esos “modelos de desarrollo” se impulsan en cada país en asocio y contubernio con las clases dominantes que juegan el papel de socios y sirvientes del imperialismo, y, desde luego, sobre la base de la subordinación de las clases trabajadoras y de los pueblos.
Así, una de las primeras propuestas fue el denominado modelo de “sustitución de importaciones”. Se trataba, en lo básico, de empujar a través del crédito y de las inversiones directas, un proceso de industrialización que tuviera en cuenta las materias primas disponibles y el mercado.
Esta propuesta fue incubada en el Departamento de Estado del Gobierno de los
EE.UU y se la impulsó a través de la CEPAL (Comisión Económica para la América Latina). Se pretendía fortalecer a las burguesías nativas en su disputa con los terratenientes, al tiempo que se afirmaba su dependencia con EE.UU; contribuir a la expansión del mercado interno; responder ordenadamente, y en los marcos del sistema capitalista, a los afanes nacionalistas y patrióticos de los pueblos. Esta modalidad de la dominación económica no excluía la imposición del monocultivo y o la mono producción extractiva en buena parte de los países: las repúblicas bananeras, los países mineros, petroleros, etc. Eran las dos piernas de la expoliación imperialista.
Más adelante, aparentemente como una propuesta alternativa de las burguesías latino americanas, pero en realidad como parte integrante de la política imperialista, se impulsó el llamado “modelo desarrollista”. Se trata de una propuesta de modernización de las fuerzas productivas; de un proceso de industrialización limitado y controlado; de la realización de reformas agrarias, que contuvieran el auge de las luchas campesinas que amenazaban con arrasarlo todo, que contribuyeran al fortalecimiento del mercado interno y crearan la ilusión del progreso material y el desarrollo de los países.
Con la implementación del desarrollismo se pretendía dar una respuesta a la revolución cubana que había alcanzado la victoria y al auge de la lucha revolucionaria que crecía en América Latina.
Cuando se produjo el colapso del “socialismo real”, las políticas neoliberales fueron implementadas con fuerza en América Latina. Las burguesías de los diferentes países abrazaron alborozadas esas orientaciones y se propusieron imponerlas a como de lugar. Contaban con el reflujo de la lucha social y revolucionaria que se había producido, con el debilitamiento de la clase obrera, con la dispersión ideológica y política del movimiento revolucionario.
Hoy en día se está produciendo un proceso de desindustrialización, puesto que los complejos industriales deben localizarse en los sitios y o países donde son más rentables a plazos más cortos; las políticas privatizadoras de las empresas estratégicas, petróleo, electricidad, teléfonos se han aplicado en la mayoría de países; cosa igual ha ocurrido con las responsabilidades del Estado en salud, educación y seguridad social; la flexibilización laboral se impuso a rajatabla y golpeó duramente al movimiento sindical. La apertura total de los Estados latinoamericanos a la inversión directa es un hecho rubricado en las constituciones y las leyes, incluso se produce la solicitud mendicante de las inversiones extranjeras como la “única forma de desarrollo posible”. La propuesta de libre mercado, de la eliminación de los aranceles aduaneros está en marcha. El ALCA no está fuera de la agenda del libreto norteamericano; solo la resistencia de los pueblos ha impedido que se concrete. Pero los EE.UU. pretenden llegar al ALCA a través de los Tratados de Libre Comercio, celebrados bilateralmente o, en el marco de subregiones, como el suscrito con los países de América Central y la República Dominicana.
Aparte de la ingerencia económica a través de las políticas que hemos reseñado brevísimamente, debemos afirmar que las inversiones directas en los países latinoamericanos más importantes y, sobre todo, aquellas dirigidas a las áreas estratégicas, están en manos de los monopolios norteamericanos.
Las políticas del imperialismo
Para asegurar los intereses económicos norteamericanos se ha utilizado alternativamente, según las condiciones, “la política del gran garrote” y la “política del buen vecino”. Una y otra son esencialmente lo mismo, la imposición de los designios de los monopolios.
Antes del triunfo de la revolución cubana, en 1959, los Estados Unidos impusieron y o sostuvieron a dictadores y sátrapas que asolaron varios países, imponiendo a sangre y fuego su presencia y los intereses de la oligarquía y los monopolios. Trujillo en la República Dominicana, Pérez Jiménez en Venezuela, Somoza en Nicaragua, Strossner en Paraguay, Batista en Cuba, Duvalier en Haití. La lucha popular derrocó a la mayoría de esos dictadores y en algún caso los propios norteamericanos organizaron la retirada, por el temor de que se produjera otra revolución como la cubana, que enfrentó y derrotó una dictadura de esa calaña.
Simultáneamente apoyaron y o toleraron expresiones del populismo que se irradiaron por América Latina como Perón en Argentina y Vargas en Brasil.
En las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, frente al desarrollo de la lucha popular en América Latina y en el resto del mundo, principalmente, las guerras de liberación nacional en África y Asia; las gigantescas movilizaciones de la juventud en todos los continentes, incluida la Europa imperialista y los propios EE.UU., se impusieron, dictaduras militares anticomunistas, con la sola excepción de Colombia, Venezuela y México, que tenían el propósito de ahogar en la represión y la tortura a los revolucionarios. Se trataba de dictaduras militares institucionalizadas, a nombre de las fuerzas armadas, incubadas, organizadas y dirigidas por la CIA. De entre ellas se destacaron por su ferocidad los militares brasileros y argentinos. Se individualizó por su naturaleza fascista y su larga duración, la dictadura de Pinochet, en Chile.
Cuando la lucha democrática y antidictatorial de los pueblos amenazaba con derrocar esas dictaduras y dar una perspectiva revolucionaria, se orquestó la transición a la democracia representativa. La democracia representativa es, desde los años ochenta, la orientación imperialista para los países de América Latina. Según ella, como supuestamente se derrotó al comunismo, existen las condiciones para la vigencia de la democracia, para asegurar los intereses económicos del imperialismo sin acudir a las dictaduras militares. Aparentemente se cerró el ciclo de gobierno constitucional – dictadura militar – gobierno constitucional, que caracterizó secularmente a las repúblicas de América Latina.
En las actuales condiciones, a través de las elecciones, se implantan gobiernos proimperialistas. Sin embargo la situación está cambiando, los procesos electorales están produciendo un importante viraje de los gobiernos en algunos países latinoamericanos. Con seguridad, esta nueva situación será tenida en cuenta en la política norteamericana.
Como es conocido, el imperialismo norteamericano elabora políticas a largo plazo dirigidas al mantenimiento y desarrollo de su hegemonía en el mundo. En esas políticas, América Latina es considerada como el área de influencia directa, como la zona del dominio exclusivo, “como el patio trasero”.
En esas políticas se inscriben los famosos Planes Santa Fe uno, dos, tres y cuatro.
La lucha democrática, antiimperialista y revolucionaria
en América Latina
La clase obrera y los pueblos de América Latina no han permanecido impasibles ante las políticas de expoliación y opresión del imperialismo y de las oligarquías.
Una y otra vez, en diversa magnitud y profundidad, en los diferentes países se ha expresado la lucha por la soberanía y la independencia nacional, los combates por la democracia y por los derechos sociales de las masas trabajadoras.
A través de estas batallas se ha derrocado a gobiernos dictatoriales y se han echado abajo algunos convenios y tratados imperialistas. Los importantes derechos democráticos y sociales de los trabajadores y de los pueblos de los países latinoamericanos han sido resultado de la organización y la lucha sindical y política, nunca fueron una concesión de las clases dominantes y el imperialismo.
La lucha de la clase obrera por sus derechos y aspiraciones se desarrolló y lo sigue haciendo en franca confrontación con los empresarios y los gobiernos de turno; tuvo necesidad de la organización sindical, de la movilización, la huelga, el levantamiento y la insurrección. Ningún gobierno burgués regaló nada a la clase obrera. Igual, la lucha por la tierra fue y continúa siendo una expresión masiva de los campesinos pobres: recorrió las más diversas formas de organización, acudió cuantas veces fue necesario a la toma violenta de las tierras, resistió los desalojos y volvió a la carga; en algunos países originó grandes levantamientos.
En la contienda contra el imperialismo, que tiene una vigencia secular, han participado la clase obrera y el campesinado, las clases y capas medias, inclusive, algunos sectores de la burguesía.
En esas luchas, las burguesías de América Latina demostraron siempre una posición conciliadora, rebajaron siempre sus demandas a la renegociación de la dependencia y se amoldaron siempre a los designios norteamericanos. Demostraron así que no representaban a los pueblos, que no defendían los intereses de los países. Sus acuerdos y negocios se dieron en torno a la seguridad de sus intereses de grupo. Ningún sector de la burguesía asumió posiciones nacionales y patrióticas consecuentes.
La participación de las clases y capas medias tiene un peso significativo en la historia de los países de América Latina. Sectores radicalizados de la pequeño burguesía asumieron y mantienen posiciones patrióticas consecuentes, se involucran en la lucha social, en la contienda por la justicia y la equidad. Algunos de esos sectores, inclusive, exhiben las banderas del socialismo y se involucraron en la lucha armada revolucionaria, en la guerrilla rural y urbana. En los hechos constituyen parte de las fuerzas de la revolución social del proletariado.
En el proceso de la revolución cubana, el Movimiento 26 de Julio tuvo la capacidad de aglutinar a la gran mayoría de los trabajadores y el pueblo cubanos y conducirlos contra la dictadura de Batista y, mediante la lucha armada revolucionaria, alcanzar la victoria, en enero de 1959. Luego, tuvo la capacidad de conducir esa revolución tras los ideales del socialismo.
El triunfo de la Revolución Cubana tiene además una gran trascendencia histórica, se pudo concretar a 90 millas de la potencia militar más grande de la historia, los EE.UU., y, se puede mantener a pesar del bloqueo económico y comercial de más de 40 años. Demuestra que un país pequeño puede hacer revolución, puede vencer y sostener la victoria si se apoya en la movilización de las masas y en una justa política revolucionaria.
En la América Latina de entonces la Revolución Cubana echo al traste de basura la tesis revisionista del “fatalismo geográfico”, según la cual en América Latina no podría triunfar la revolución y los comunistas habríamos de limitarnos a la lucha por la democracia y por la paz.
En los hechos, numerosas organizaciones políticas revolucionarias de la pequeño burguesía vienen participando activamente en la lucha social y nacional. En algunos países y procesos asumieron el liderazgo y alcanzaron inclusive la hegemonía del movimiento de liberación nacional. Buena parte de la lucha armada revolucionaria conducida y liderada por este tipo de organizaciones fue incidida por las concepciones voluntaristas del foco guerrillero.
Por esa razón, a pesar de la entrega y la heroicidad de sus protagonistas fueron derrotadas política y militarmente por las fuerzas armadas reaccionarias de cada país, auxiliadas y asesoradas por las políticas y mandos militares estadounidenses, de la CIA y del Departamento de Estado.
Una fuerza política de esa naturaleza, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, alcanzó la victoria en Nicaragua, en 1979. Y, evidentemente, como lo muestran los hechos históricos, no tuvo la capacidad política y social para llevar esa revolución hasta las últimas consecuencias, a la preservación de la independencia nacional.
Hay que recordar que los sandinistas no se propusieron la construcción del socialismo, ni siquiera de palabra.
En la lucha por la liberación social y nacional, la participación del campesinado registra grandes movilizaciones en la mayoría de los países. Grandes contingentes de campesinos pobres se organizaron para la conquista de la tierra, buena parte de esos sectores comprendieron que ese propósito estaba unido a la lucha de la clase obrera y de los pueblos. Se registran grandes movilizaciones y levantamientos, la toma generalizada de las haciendas, a más de trascendentes acciones políticas. Una buena parte de las organizaciones guerrilleras nuclearon en sus filas a decenas de miles de campesinos
.
La clase obrera es una de las fuerzas protagonistas de la lucha de los pueblos latinoamericanos contra la dominación del imperialismo. Desde las primeras décadas del siglo XX, el proletariado se involucró activamente en la lucha por la emancipación social. En varios países, las primeras huelgas y acciones de la clase obrera fueron reprimidas a sangre y fuego, sofocadas con la masacre de miles de obreros combatientes. Recuperamos para la memoria histórica de la clase obrera la “semana trágica” en Argentina, las huelgas de los obreros petroleros de México, la huelga general del 15 de noviembre de 1922 en Ecuador, la masacre de los obreros bananeros de Urabá, en Colombia, entre otras grandes jornadas de los trabajadores. Ese fue el bautismo de sangre, con el cual la clase obrera inició su lucha por el socialismo en América Latina.
En todas las acciones: reclamos, huelgas, movilizaciones, marchas, levantamientos, insurrecciones y guerras civiles, la clase obrera ha formado parte de las fuerzas insurgentes. En los años veinte y treinta del siglo pasado, se organizaron los partidos comunistas en numerosos países. La sección latinoamericana de la Internacional Comunista fue muy activa en la organización del movimiento sindical de la clase obrera y de los partidos comunistas.
Con el triunfo de la Revolución Cubana, en los años sesenta se inició una oleada revolucionaria en América Latina. Se desarrolló a nuevos niveles la lucha de la clase obrera y simultáneamente la lucha campesina por la tierra. Las clases y capas medias se involucraron activamente en la organización y la lucha popular. En buena parte de los países se desenvolvió la lucha armada revolucionaria, adoptando la forma principal de guerrilla rural, pero también se hicieron experiencias de guerrilla urbana. Ese auge de la lucha revolucionaria se hizo presente en todos los países, de manera intermitente. Las masas trabajadoras se expresaron también a través de las elecciones, así, se produjo el triunfo de Salvador Allende en Chile.
En 1979 y luego de un proceso de lucha armada y de la insurrección popular en Managua, en contra la dictadura de Somoza, triunfa la Revolución Sandinista.
El auge de la lucha revolucionaria, a pesar de algunas derrotas en varios países, continúa hasta fines de los años 80, cuando el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional negocia la entrega de armas, coincidiendo, en los tiempos, con el colapso del revisionismo y del “socialismo real”.
Esta oleada revolucionaria conmovió a las sociedades de América Latina:
• Originó un buen número de organizaciones revolucionarias provenientes de la pequeño burguesía, que se proclamaron luchadoras por el socialismo, algunas de ellas, inclusive se involucraron activamente en la lucha armada revolucionaria y dieron muestras de consecuencia con sus ideales.
• Desenmascaró de cuerpo entero a las camarillas revisionistas de los viejos partidos comunistas y dio lugar a la organización de los partidos marxista leninistas que se propusieron, en la teoría y en la práctica, aplicar el marxismo leninismo a la realidad de sus países, a organizar y hacer la revolución según sus principios.
• Dio lugar a un movimiento revolucionario de masas de la ciudad y el campo que fue protagonista de grandes luchas sociales y políticas, que se convirtió en una fuerza antiimperialista y democrática y, en buena medida, en una fuerza revolucionaria.
• Permitió la radicalización de la juventud estudiosa, que se sensibilizó y pasó rápidamente, de posiciones contestatarias a la acción revolucionaria directa.
• Fue el escenario para la utilización de todas las formas de lucha: movilización callejera, huelgas y manifestaciones, levantamientos, insurrecciones, tomas de tierras, guerrilla en su versión rural y urbana, expresiones de terrorismo individual.
• En el curso de las luchas sociales, políticas y revolucionarias que se desenvuelven en América Latina, al interior del movimiento popular, se expresan distintas corrientes ideológicas y políticas que se proclaman como alternativas para la lucha por la justicia social y la equidad, algunas incluso, para la revolución y el socialismo; que tienen incidencia en la organización y lucha de la clase obrera, el campesinado y los estudiantes. Anotamos entre ellas al castrismo, el bolivarianismo, el cristianismo de izquierda, el indigenismo, el maoísmo y el trostkismo.
Los comunistas marxista leninistas participamos activamente en este escenario, estuvimos presentes en la organización de la clase obrera, del campesinado y de la juventud estudiosa, en la lucha política, y algunas formaciones, en la lucha armada revolucionaria. A pesar de estas actitudes y acciones, no tuvimos la capacidad política y la fuerza suficiente para liderar esos procesos.
El liderazgo de las fuerzas sociales populares de América Latina, en esta oleada, correspondió a las organizaciones revolucionarias de la pequeño burguesía.
Estas circunstancias explican por qué este activo proceso de la lucha revolucionaria fuera derrotado política y militarmente en algunos países y que, donde triunfara no tuviera la capacidad de llevar la revolución hasta el fin.
La revolución enfrenta en América Latina al imperialismo, principalmente norteamericano, y al capitalismo. Es una revolución de carácter social y nacional. Sólo puede alcanzar la victoria y construir el socialismo si es organizada y conducida por el proletariado y su partido.
No se trata de que los comunistas nos consideremos infalibles y que únicamente nosotros estamos en capacidad de conducir la lucha revolucionaria del pueblo a la victoria. No. Nosotros estamos claros de que en esta lucha tienen cabida muchas fuerzas y personas revolucionarias. De lo que se trata es que los comunistas estamos interesados en la revolución social del proletariado, somos luchadores consecuentes por el socialismo y el comunismo, asumimos como guía revolucionaria al marxismo leninismo. Estos hechos nos permiten cumplir nuestras responsabilidades.
Las otras fuerzas sociales y políticas interesadas en la revolución, si tienen la disposición y decisión de luchar por el socialismo, deben encontrarse con el marxismo leninismo y sumar fuerzas con la clase obrera y su partido. No proponemos y menos exigimos la adhesión al partido del proletariado; planteamos hacer causa común en esos propósitos y en los caminos para conquistarlos.
La ofensiva anticomunista y el reflujo
de la lucha social
A fines de los años ochenta se produjo en escala internacional, en todos los continentes y países, una inflexión en el desarrollo de la lucha social y revolucionaria.
Cayó el Muro de Berlín, colapsaron el social imperialismo soviético y las “democracias populares” del Este de Europa.
Estos acontecimientos no derrumbaban al socialismo ni derrotaban al marxismo leninismo. Esa situación ocurrió ya en los años sesenta. Sin embargo grandes sectores de la clase obrera, de los pueblos y de los revolucionarios, tenían la convicción y la esperanza en lo que fuera la Revolución de Octubre y sus realizaciones. No tenían claro la degeneración revisionista en la que habían caído esos partidos y países. Y por eso asumieron esos acontecimientos como una derrota del comunismo y la revolución.
Cayó en ese mismo período el socialismo en Albania. Las fuerzas del imperialismo y la reacción internacional, unidas a las fuerzas burguesas del interior; la traición de la camarilla de Ramiz Alía, sumada a los errores de los comunistas y a sus debilidades, echaron abajo la dictadura del proletariado y las realizaciones sociales, políticas y culturales del socialismo.
Varios procesos revolucionarios en marcha fueron derrotados política y militarmente, otros sucumbieron, ahogados por el revisionismo y el oportunismo.
En realidad, se produjo un reflujo generalizado del movimiento obrero, de la lucha revolucionaria. Como consecuencia varias organizaciones se dispersaron, algunas se autodisolvieron.
Los capitalistas y reaccionarios pretendieron que habían enterrado el socialismo
y el comunismo.
El reflujo concluyó, se aproxima
Una nueva oleada revolucionaria
Si bien el reflujo al que estamos haciendo referencia tuvo expresiones en la generalidad de países y continentes no fue obstáculo para que se produjeran, en esos momentos más agudos de la inflexión, grandes acontecimientos sociales y políticos.
En el Ecuador, en 1990 tuvo lugar el primer levantamiento indígena de características generales, desde de la conquista española. La lucha de los indígenas por sus derechos nacionales y la tierra no había alcanzado esas magnitudes. Fue la manifestación evidente de la presencia de los pueblos originarios en la vida política del país y constituyó el inicio de una larga lucha emprendida por los indígenas que, necesariamente, debe concurrir al torrente de las fuerzas sociales antiimperialistas y anticapitalistas. Dos años más tarde ocurriría un nuevo levantamiento indígena de carácter general, con oportunidad de los 500 años de resistencia al colonialismo y a la opresión nacional. En 1994 el Ecuador fue escenario de una gran movilización de la juventud, el campesinado y la clase obrera que crecía en amplitud y nivel y que fuera desviado por el conflicto bélico fronterizo entre Perú y Ecuador.
En enero de 1994 en el Sur Occidente de México, en Chiapas, hacía su aparición el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, diciéndole al mundo, a la clase obrera y a los pueblos que las reservas de la lucha revolucionaria estaban presentes, activas y que tenían grandes potencialidades; proclamando ante el imperialismo y la reacción que los ideales de la revolución y el socialismo seguían arraigados en el movimiento popular.
Para 1997-98-99, en América Latina se habían producido grandes levantamientos populares, importantes huelgas de la clase obrera, así como expresiones significativas de reanimación y luchas de la juventud.
Desde inicios del siglo XXI se está produciendo un ascenso de la lucha de la clase obrera y del campesinado, de los pueblos indígenas, de la juventud, de los maestros y de amplios sectores democráticos de las clases y capas medias. El movimiento social en América Latina bien pronto rebasó el marco de las acciones contestatarias, mediatizadas que se cocían a nivel del Foro Social Mundial y sus expresiones como el Foro Social de las Américas.
Ahora podemos hablar, sin temor a equivocarnos, de la existencia de un movimiento popular en ascenso, que se registra en todos los países del subcontinente.
¿Cuáles son los actores sociales de la
lucha liberadora?
Los protagonistas de la lucha social y política siguen siendo los representantes de las clases sociales trabajadoras, de los pueblos y naciones oprimidos.
La clase obrera, principalmente los trabajadores públicos, pero también en apreciable medida los obreros de los grandes complejos industriales que en los últimos tiempos están recuperando de manera rápida su condición de actores de la lucha sindical y social, reconquistando sus derechos laborales. En varios países: Argentina, Brasil, México, Chile, Colombia, Ecuador y otros se han producido en estos años importantes huelgas generales que no han podido ser aplastadas por la patronal y sus gobiernos, que han frenado la privatización de las empresas públicas, alcanzando conquistas laborales importantes y, sobre todo, están recuperando para el movimiento obrero, para centenas de miles de proletarios, el papel del sindicato, de la organización y de la huelga. Ciertamente, esas huelgas generales no tienen todavía la fuerza de otrora, sin embargo, son el preludio de un movimiento obrero pujante.
Las acciones de lucha de Los Sin Tierra que se desarrollan en Brasil en contra del latifundio y por la tierra; la persistencia de los campesinos mexicanos en la lucha por sus condiciones de vida, en contra de los abusos de los terratenientes y las autoridades; las acciones del campesinado guatemalteco, hondureño y de otros países centroamericanos por la tierra, el agua y los precios; los grandes levantamientos de los campesinos cocaleros por sus derechos, del campesinado de Cochabamba por el agua, de los campesinos de Santa Cruz en contra de la oligarquía separatista evidencian el rol de los campesinos bolivianos; la lucha de los campesinos indígenas y mestizos del Ecuador y Perú por la tierra y el mejoramiento de sus condiciones de vida son, entre otras, expresiones de la fuerza y el espacio que ocupa el campesinado en la lucha social, democrática y antiimperialista que se desenvuelve en América Latina.
La juventud estudiosa, de la enseñanza media y de la universidad, ocupa un importante espacio entre los sectores involucrados en la lucha social y política en el subcontinente. Las grandes movilizaciones de los estudiantes medios de Chile obligaron al gobierno de Bachelet a aceptar lo fundamental de sus demandas, desencadenaron a los trabajadores y al pueblo de los moldes pacifistas que les tendieron los revisionistas y reformistas. Las acciones del movimiento estudiantil secundario y universitario fueron parte decisiva en la victoria que los trabajadores y los pueblos del Ecuador alcanzaron para expulsar a la OXY y sabotear el TLC. Venezuela, Colombia, Panamá, entre otros países, son escenario de la acción combativa de los estudiantes. Ahora podemos afirmar que no existe país en América Latina en donde el movimiento estudiantil esté maniatado, inactivo. En diversa medida, en todas partes está participando de la lucha social y democrática, pero también de la lucha revolucionaria. El movimiento estudiantil es sensible para la comprensión de las causas que originan la dependencia de los países, la desigualdad social y la pobreza de los pueblos y puede incorporarse, en apreciable medida, a la lucha revolucionaria, en sus más altos niveles.
La urbanización acelerada de América Latina (existen países en los cuales más del 80% de la población vive en las grandes urbes) convirtió a los barrios suburbanos de las ciudades en hacinamientos para grandes sectores de la población, carentes de los servicios elementales de luz, agua, escuelas, centros de salud. Son los dormitorios de la clase obrera y de las legiones de desempleados, que disfrazan su situación con el pequeño comercio (informales). Esa situación va fermentando un movimiento barrial, de pobladores que está participando activamente en la lucha social.
Las nacionalidades y pueblos originarios están de pie, participando activamente en la vida social y política de los Estados. Desde su condición de pueblos oprimidos, discriminados, arrinconados en el campo y el suburbio de las ciudades, están pasando aceleradamente a protagonistas de la lucha callejera, de la toma de vías, de levantamientos, etc., a la organización política y a la participación con voz propia, como candidatos y electores. Este es un cambio cualitativo entre las fuerzas sociales revolucionarias de América Latina.
En realidad, en el pasado los pueblos indígenas estuvieron involucrados en la lucha social y política, pero en distinto nivel y condiciones a como lo hacen ahora. Formaban parte de las legiones de campesinos sin tierra que batallaban por conquistarla, hacían parte de los sindicatos obreros, de las organizaciones estudiantiles, magisteriales, barriales, etc.; se incorporaban individualmente a los partidos y organizaciones políticas revolucionarias, a la lucha armada. Ahora esa situación sigue siendo una realidad. Pero, además se va configurando un vigoroso movimiento indígena que lucha por sus derechos nacionales y que puede y debe incorporarse a la lucha revolucionaria contra el capitalismo y el imperialismo y por el socialismo.
Los pueblos afro latinoamericanos, tienen también un sitio. Respondiendo al discrimen social y étnico del que son víctimas crece su organización, se esclarece su conciencia y combaten por sus derechos, van asumiendo un importante rol junto a los trabajadores y a los pueblos oprimidos de América Latina.
Las clases y capas medias, sus sectores intelectuales y democráticos se están involucrando activamente en la política y en la lucha contra el imperialismo. En estos sectores se siente el peso de la campaña anticomunista, de la incomprensión de lo que sucedió verdaderamente en la ex URSS, de las posturas individualistas de clase. Por eso, si bien participan activamente, buscan direccionar el movimiento general hacia posturas de cuestionamiento ético del capitalismo y a soluciones de democratización y humanización.
¿Qué formas registra la lucha social y
política en América Latina?
Las más diversas formas de lucha se expresan en la lucha social y política que se desarrolla en América Latina.
La petición y el reclamo están reemplazando al dialogo impuesto por la patronal y los gobiernos. La paralización de actividades y la lucha huelguística van expresándose en el accionar de la clase obrera y las otras clases y sectores sociales trabajadores.
La manifestación y movilización callejera involucra a la juventud, a los trabajadores y a los pobladores pobres de las ciudades. La toma de carreteras, de pueblos y ciudades sirve de presión a todos los sectores populares. La toma de tierras incorpora a millones de campesinos. La toma de tierras para vivienda en las grandes, medianas y pequeñas ciudades involucra a Los Sin Casa. Grandes levantamientos populares contra las políticas neoliberales, contra los gobiernos vendepatrias, contra la presencia del imperialismo, el TLC, el Plan Colombia se van sucediendo en todos los países. En Argentina, Ecuador, Bolivia esos levantamientos tuvieron gran magnitud y fuerza, que les permitió derrocar a varios gobiernos.
La lucha armada revolucionaria se desenvolvió de manera intermitente en la mayoría de los países de América Latina, condujo al poder en Cuba y Nicaragua, fue derrotada en algunos lugares. Persiste y, en los últimos años, se desarrolla en Colombia como clara expresión de su validez en la lucha por el derrocamiento del imperialismo y la burguesía.
Las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el ELN, Ejército de Liberación Nacional, el EPL, Ejército Popular de Liberación y otras fuerzas revolucionarias continúan la lucha, asestan duros golpes a la reacción, a las fuerzas armadas burguesas y al imperialismo.
Sostienen, en los hechos la vigencia de la violencia revolucionaria. La lucha armada revolucionaria es el camino que avizora la clase obrera, la juventud y los pueblos como la vía cierta para la conquista del poder, los partidos y organizaciones revolucionarias se preparan para organizarla.
La participación en las elecciones de la democracia representativa va involucrando a la gran mayoría de fuerzas políticas de izquierda y revolucionarias, que vienen haciéndolo desde sus posiciones y se van constituyendo en un referente al que adhieren apreciables contingentes de las clases sociales trabajadoras de la ciudad y el campo, de los pueblos originarios, de la juventud y de las capas medias.
En varios procesos electorales, en la mayoría de los países de América Latina las posiciones de izquierda han alcanzado importantes resultados. En realidad, van cambiando la correlación de fuerzas en la región.
La situación actual
“Soplan vientos de izquierda en América Latina”. El “Eje La Habana-Caracas – La Paz” crece y se desarrolla, es un referente de la izquierda. “El socialismo es una realidad en América Latina”. Estas y otras expresiones se escuchan con frecuencia en nuestros días. Y no son gratuitas. Responden al avance de las fuerzas de los trabajadores y los pueblos, al desarrollo de las formaciones políticas de izquierda, a la presencia y actividad de los revolucionarios proletarios.
En Venezuela, desde 1998 con el primer triunfo electoral de Hugo Chávez se desarrolla un gran movimiento social y político de izquierda que involucra a millones, que hace frente al imperialismo y a la derecha criolla y que ha derrotado todas las intentonas por derrocarlo o desviarlo. En Brasil y Uruguay ganaron las elecciones generales posiciones de izquierda que venían luchando por décadas. En Bolivia, los pueblos indígenas, quichua, aimara y el pueblo boliviano ganaron las elecciones y eligieron al primer presidente indígena de toda la historia republicana. En Nicaragua volvió a la Presidencia el Frente Sandinista y, en el Ecuador la tendencia patriótica, democrática y de izquierda ganó las elecciones en noviembre de 2006. Los gobiernos peronista de Argentina y de la Concertación de Chile están asumiendo, en alguna medida, posiciones tibias, de defensa de los intereses nacionales. En menor escala el gobierno de Panamá se atreve a plantear condicionamientos a la administración Bush. En todo caso no se comportan como incondicionales del gobierno norteamericano.
Cuba, a pesar del bloqueo y de desenvolver su revolución por sus propias fuerzas, en lo fundamental, se mantiene enhiesta como un referente para los trabajadores y los pueblos del mundo y particularmente de América Latina. De hecho esta nueva situación política en América Latina es una importante contribución para la revolución cubana.
Estos hechos incontestables evidencian importantes cambios en la correlación de fuerzas. Expresan que EE.UU. no tiene la capacidad de antes para manipular a su antojo a todos los gobiernos. Significan para los pueblos y los trabajadores de otros países un referente, la demostración de que es posible triunfar en los procesos electorales y abrir un nuevo camino para la solución de los problemas que los aquejan.
Para nosotros está claro que en ninguno de esos países en los que se eligieron presidentes antinortemericanos se ha producido el ascenso al poder de los trabajadores y los pueblos; en ninguno de ellos se ha implantado el poder popular. Esa tarea sigue planteada. También está claro que esos procesos electorales representaron para las masas una alternativa de cambio; que esas expectativas, a pesar de los límites de las realizaciones, no se disipan todavía; que constituyen un obstáculo para la dominación del imperialismo; que son blanco de la ofensiva de la reacción nacional e internacional.
Esto quiere decir que no se ha producido la revolución social. No podía producirse. Pero que se están ganando importantes batallas políticas y sociales, que representan un avance significativo en el proceso de acumulación de fuerzas revolucionarias, varios pasos adelante en el proceso de organizar y hacer la revolución.
Como consecuencia de estos acontecimientos y de la decisión y voluntad de Hugo Chávez, principalmente, se está poniendo la etiqueta de “socialismo siglo
XXI” a buena parte de esos procesos, y sobre todo se está propagando esa tesis entre el movimiento de los trabajadores y los pueblos de América Latina.
Este hecho tiene un doble significado. De un lado está contribuyendo a desbaratar la campaña anticomunista contra el socialismo, poniéndolo en el imaginario de apreciables sectores populares, evidenciándolo como alternativa a la dominación imperialista – capitalista, como posible de alcanzarse. De otro lado, se constituye en un nuevo factor de confusión ideológica y política para el movimiento obrero y revolucionario.
Por ahora, para nosotros constituyen, en lo fundamental, acontecimientos favorables para la organización de la revolución.
Después de la dispersión, desilusión y desesperanza que significó para muchos el colapso del “socialismo real” y el peso de la ofensiva anticomunista y reaccionaria, estos hechos contribuyen a despejar las sombras, a revertir la desconfianza, a ver la perspectiva. Desde luego, tenemos en cuenta su aspecto negativo y nos proponemos esclarecerlo en la teoría y en la práctica.
Todos los hechos que estamos analizando en esta parte del Ensayo nos permiten afirmar que estamos asistiendo al preludio de lo que será una nueva oleada revolucionaria que sacudirá la América Latina y el mundo.
Las fuerzas antiimperialistas y de izquierda en
América Latina de nuestros días
Es evidente que se está produciendo un desarrollo de las fuerzas populares y de izquierda, que la lucha democrática y antiimperialista tiene ahora nuevos e importantes niveles, que los parámetros fijados por el Foro Social Mundial están siendo rebasados por los hechos, que los ideales del socialismo se colocan en la mira de los trabajadores, la juventud y los pueblos.
Esta es una situación irrefutable. Esto quiere decir que en el mundo, y particularmente en América Latina, están confluyendo diversas fuerzas sociales y políticas para la confrontación contra el imperialismo y la globalización, en oposición a las políticas neoliberales.
Esas fuerzas están constituyendo una gran tendencia patriótica, antiimperialista, democrática, de izquierda y revolucionaria que se ha fijado blancos políticos y económicos que la unifican:
a.- Oposición a las políticas neoliberales del imperialismo
b.- Al peso de la deuda externa
c.- Al saqueo de los recursos naturales
d.- A las guerras de agresión
e.- A las políticas reaccionarias de las oligarquías
Esa tendencia se expresa en la lucha social reivindicativa y política, en la constitución de frentes electorales democráticos y de izquierda y propone alternativas de cambio.
En esa tendencia se inscriben de hecho, y en algunas partes de manera formal, las fuerzas revolucionarias de izquierda, las formaciones políticas involucradas en la lucha armada revolucionaria, y, la izquierda proletaria, el movimiento social que animan los partidos marxista leninistas.
Es una tendencia que tiene magnitudes significativas y que va creciendo, que ha alcanzado triunfos electorales a nivel del gobierno central en varios países, que registra desarrollo electoral en otros, que gravita en la vida social y política de todos los países. Evidentemente esta tendencia se desarrolla en forma desigual.
Desde el punto de vista de clase se integran en esta tendencia importantes sectores de las clases y capas medias, empresariales e intelectuales; la pequeño burguesía urbana, profesionales, pequeños comerciantes, trabajadores autónomos, estudiantes y profesores; las diversas clases y capas del campesinado, los campesinos medios, inclusive algunos acomodados, los campesinos pobres; el semiproletariado de la ciudad y el campo; la clase obrera y los asalariados agrícolas. Es decir el grueso de las clases trabajadoras. En algunos países están involucrados importantes sectores empresariales que quieren un desarrollo independiente.
Políticamente, la socialdemocracia tradicional no se integra en esta tendencia. La apoya y trata de aprovecharse de ella. En algunos países está presente y disputando la dirección.
La Tendencia de Cambio es una tendencia social y política amplia, no se trata del frente único revolucionario. Una buena parte de ella es susceptible de involucrarse en él, dependiendo de la fuerza con la que se desarrolle. En lo fundamental, en buena parte de países, la hegemonía política de la tendencia es liderada por el pensamiento de la socialdemocracia de izquierda, asumida por la pequeño burguesía radicalizada. Es evidente que existen diferencias en los distintos países.
En esa tendencia, las fuerzas de la izquierda revolucionaria, de la clase obrera y de su partido constituyen una franja todavía pequeña y débil.
Los revolucionarios proletarios tenemos claro los principios del marxismo leninismo, existen y nos adherimos a ellos para su aplicación. Estamos con las posiciones avanzadas, en contra del establecimiento; estamos con los que luchan, en oposición a la quietud política; nos colocamos de lado de los pueblos contra el imperialismo; nos situamos en las trincheras de los trabajadores contra la explotación capitalista; estamos con lo nuevo progresista en contra de lo viejo caduco y oscurantista; estamos con las tradiciones revolucionarias en oposición a las novelerías de los nuevos paradigmas; somos de izquierda y luchamos contra la derecha; somos revolucionarios y combativos por el poder popular, en contra del capitalismo y la reacción.
En correspondencia con estos principios asumimos que nuestra presencia en la tendencia es revolucionaria y obligatoria. No extendemos un cheque en blanco y menos nos diluimos. Nos involucramos activamente en ella, con identidad propia. Nos proponemos empujarla, esclarecerla. Trabajamos para crecer en ella, para asumir nuevas responsabilidades.
Si bien la franja de los revolucionarios proletarios es todavía pequeña y débil, tiene sin embargo grandes reservas y potencialidades.
En los países de América Latina donde existimos y batallamos los comunistas marxista leninistas vamos construyendo un movimiento revolucionario de las masas cuya tendencia es el crecimiento y el desarrollo. En el Ecuador tenemos responsabilidades de dirección en el movimiento popular organizado, sindical, campesino, magisterial y juvenil con mayor representatividad, con mayor tradición de organización y lucha y con voluntad de continuar en el proceso. Sobre todo, los revolucionarios proletarios contamos con la razón histórica, tenemos la guía de la teoría revolucionaria más avanzada, el marxismo leninismo, y tenemos la decisión de luchar por la revolución hasta las últimas consecuencias.
En estos tiempos está planteado el desafió: involucrarse activamente en la tendencia; aprender a navegar con la brújula revolucionaria, en las aguas tumultuosas de ella; trabajar por el desarrollo, por el crecimiento de la tendencia y, por ser parte y resultado de ese desarrollo; difundir y ganar para las posiciones ideológicas y políticas del proletariado revolucionario a las mayorías decisivas de esa tendencia; defender las posiciones avanzadas y luchar contra las posturas atrasadas y la infiltración; prepararse activamente para la contraofensiva de la reacción y el imperialismo; asumir el rol de vanguardia en la confrontación, luchar en todos los terrenos y a través de todas las formas.
Son momentos decisivos. Cuando la oleada revolucionaria de la segunda mitad del siglo XX, los partidos comunistas estaban carcomidos por la polilla del revisionismo y por tanto incapacitados de jugar el rol de vanguardia. En ese torbellino nacimos los partidos marxista leninistas y no alcanzamos a crecer lo suficiente para cumplir nuestras responsabilidades. Ahora existimos, somos un hecho concreto, todavía somos débiles y pequeños, pero debemos y podemos crecer para asumir las tareas de la historia. Los comunistas marxista leninistas del Ecuador tenemos la disposición y la decisión de hacerlo. Nuestros hermanos de América Latina también.
Pablo Miranda
Ecuador, febrero de 2007